Comuna
Mujer homenajeada
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Aquel sábado
de invierno escuché el sonido del teléfono poco antes de mediodía.
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Era Virginia;
compañera y amiga de nuestra Comuna y especialmente una trabajadora infatigable
por nuestras causas.
Cuando
conversamos me explicó que esa tarde Comuna Mujer sería protagonista, junto a
otras organizaciones sociales, de un reconocimiento a su labor.
La
circunstancia de vivir cerca de dónde se realizaría el encuentro, hizo que mis
compañeras pensaran en mi persona para recibir en nombre de la Comuna Mujer 11, ese
reconocimiento que también compartirían otras instituciones solidarias y muy
valiosas de nuestra sociedad.
Primero
vacilé unos instantes, ya que en poco tiempo tendría que aprontarme, pero me
consta que fue por la responsabilidad que ello implicaba.
Esta jornada
había sido organizada por la Iglesia
Adventista del 7mo Día y no tenía una intención religiosa,
sino la de otorgar lo que podríamos llamar un “homenaje en vida” a diversas entidades,
no todas, sino a varias de ellas como representativas de quienes vuelcan sus
esfuerzos en mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad.
Hablamos con
Virginia del libro proyectado desde 2007 y que ahora estaría cerca finalmente,
de su concreción y entre otras metas la de renovar nuestra página web, para que
la presencia de la Comuna
tuviese un destaque hoy en día ineludible, a nivel digital.
Cuando me
acerqué a la puerta de la
Iglesia, veía muchas personas entrando por la puerta
principal y realmente estaba nerviosa; sentía ansiedad por saber cómo sería el
encuentro y a la vez un desafío a mi misma el poder transmitir el
significado
de nuestra Comuna y el trabajo tan importante tanto mis compañeras como del
equipo técnico, verdaderos pilares en donde se tejen día a día, soluciones a
problemas de toda índole y esperanzas para una vida mejor.
Era la
primera vez que asistía a un templo Adventista; sentí una vivencia de paz y
calidez, tanto de sus integrantes como del entorno, con una belleza serena y
varios jóvenes que iban de un lado a otro, acomodando el audio y el equipo de
video.
Antes me
habían preguntado mi nombre y la institución que representaba.
En esos
instantes venían a mi mente una cantidad de recuerdos; sobre lo que hablamos
muchas veces acerca del trabajo comunitario y la dificultad para que la
sociedad lo valore.
A mi lado
estaba sentada una muchacha que venía de parte de Un Techo para mi País; en el
banco de adelante una persona me dijo que representaba a la Organización “Último
Recurso”; más adelante, cuando recibió la placa y los obsequios, supe que se
trataba de la médica psiquiatra que dirigía esta organización; a su lado
reconocí a Mabel Simois, Codirectora de Casa de la Mujer de la Unión.
Esta
celebración, aunque no tenía fines religiosos, marcó su perfil cristiano, tanto
en las palabras del pastor que recordó a Jesús y su sentido de la solidaridad
hacia el prójimo, como el de alguien que luchó contra la injusticia y la
desigualdad: Martin Luther King.
La placa de
reconocimiento que más tarde nos irían entregando a cada representante de las
entidades convocadas, lleva una frase de estos seres que trascienden creencias
para convertirse en símbolos por los cuales vale la pena seguir, humildemente,
sembrando esperanza.
Mientras
escuchaba una canción interpretada por dos integrantes de la Iglesia, mi mente estaba
tratando de encontrar las palabras adecuadas para agradecer este
reconocimiento.
Decidí no dar
nombres personales, pues sería injusta con cantidad de compañeras que podrían
quedar fuera y de profesionales que nos han acompañado antes, hoy y siempre, las
cuales siguen presentes, junto a nosotras, en cada acción que emprendemos.
Recordé una
foto publicada en el periódico de nuestro barrio, Periscopio[1], que
fue tomada en la inauguración de nuestra Comuna, en 1998.
Aquella tarde
del 27 de junio de 2009, siempre vivirá en el mejor de mis recuerdos.
Pudimos, sin
merecerlo, recibir este homenaje a una institución que apoya desde el punto de
vista psicológico y jurídico a muchas mujeres y su entorno familiar, en un tema
cada vez más visible, como el de la violencia doméstica.
No es el
único cometido de Comuna Mujer, pero si tiene una importancia indiscutible.
Describir con
detalle aquella jornada, sería algo muy enriquecedor, pero pensamos que tal vez
en otra oportunidad, tengamos más espacio para profundizar en estas vivencias.
Estaban
presentes organizaciones como la fundación Cazabajones y su Director; el equipo
de Internación Domiciliaria del Hospital Maciel, Narcóticos Anónimos, un
refugio para personas en situación de calle, como “El Hogar de Rogelio”.
Solamente
nombramos algunas entidades, para explicar nuestra emoción al sentir que
integrábamos un grupo que se vuelca hacia la sociedad, buscando dentro de si la
motivación, el apoyo mutuo y el respeto hacia nosotras mismas, sin el cual no
sería posible confiar en lo que hacemos.
Luego que el
grupo de teatro joven interpretase una breve y significativa obra de teatro
donde vemos el valor que da el sembrar la fe en nosotros y en quienes nos
rodean, fueron llamando a cada representante de tan encomiables instituciones y
cada uno en pocas palabras habló sobre sus fines y agradeció esta convocatoria.
La muchacha
que representaba a “Un techo para mi país” se refirió sobre la circunstancia de
haber ido sola ya que sus compañeros y compañeras estaban trabajando en ese
instante y le pidieron que los representara; de alguna forma dijo lo que yo
sentía en aquel momento: era la voz y la presencia de numerosos
seres muy
valiosos que pasaron por nuestra Comuna y no conocí; de las que conozco y tienen
una dedicación y vocación admirables y finalmente la de todas las Comunas, con
sus matices y perfiles propios, algunas más recientes que otras, pero todas con
una innegable misión hacia la comunidad: buscar la utopía de la igualdad y
equidad de oportunidades y derechos, así como la erradicación de la violencia
hacia las mujeres en toda sus manifestaciones.
Fuimos las
últimas en recibir la placa recordatoria, junto a un ejemplar de la Biblia y una publicación
sobre la esperanza.
Nombramos el
proyecto de escribir un libro sobre violencia doméstica, de renovar nuestro
sitio web y especialmente en el compromiso y responsabilidad que significaba
este reconocimiento.
Finalmente
pasamos a otro salón donde compartimos un refrigerio con los demás asistentes;
recuerdo el sabor del té de cedrón que nos reconfortó en esa fría noche de
invierno.
Cuando nos
despedimos, dejando atrás la calle José Serrato y caminando lentamente por
Gral. Flores rumbo a nuestra casa, sentimos por un momento la felicidad de
haber estado allí y enseguida imaginamos la alegría de nuestras compañeras
cuando le entregáramos el símbolo de lo que habían logrado con su dedicación y
el estímulo que esto significaba para seguir creciendo, como personas y desde
luego, como grupo que tiene entre sus manos una temática tan trascendente ante
la comunidad.
Estas
palabras se las dedico a ellas, a la Comuna Mujer como institución y a mi madre
y a mis hermanas, que son como mis queridas amigas: siempre están y en todas
ellas puedo depositar mi confianza.
Autora: Iris
Moreno Roca
[1] Periódico Periscopio: Medio de prensa
zonal que se distribuye en forma gratuita en el centro geográfico de la ciudad
de Montevideo.
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